Opinión

El rastro que dejamos en los medios de comunicación

En la era digital, todos nos hemos convertido en protagonistas de nuestra propia historia pública. Cada vez que compartimos información, opiniones o contenidos en los medios de comunicación tradicionales o digitales, vamos dejando un rastro que puede ser consultado, analizado y utilizado para formarse una idea de quiénes somos. Nuestra presencia mediática se convierte así en una extensión de nuestra identidad.

Ese rastro no es neutro. Las palabras, imágenes y posturas que difundimos generan percepciones en quienes nos observan desde la distancia. La audiencia, al interpretar lo que comunicamos, construye una imagen de nosotros que puede coincidir o no con nuestra verdadera personalidad. Lo que decimos en un momento determinado puede convertirse en una etiqueta que nos acompañe por largo tiempo.

Los medios de comunicación amplifican ese impacto. Una opinión emitida en televisión, radio o redes sociales puede viralizarse en segundos, replicarse en diferentes plataformas y llegar a millones de personas sin filtros. Esa exposición, aunque ofrezca visibilidad, también conlleva el riesgo de que una frase mal expresada o un comentario polémico definan injustamente quiénes somos para la sociedad.

Además, la memoria digital es duradera. Lo que una vez se dijo queda almacenado y puede resurgir años después, sacado de contexto o en escenarios muy diferentes. Por eso, la huella que dejamos en los medios no desaparece fácilmente: forma parte de nuestro expediente público y puede influir en oportunidades laborales, relaciones sociales e incluso en la reputación personal y profesional.

En consecuencia, se hace necesario desarrollar una conciencia mediática responsable. Pensar antes de opinar, contrastar antes de informar y medir el impacto potencial de nuestros mensajes son prácticas fundamentales para construir una identidad pública coherente y respetuosa. No se trata de restringir la libertad de expresión, sino de ejercerla con criterio y responsabilidad.

Al final, nuestra imagen fuera de la pantalla depende en gran parte de lo que proyectamos dentro de ella. Los medios son una ventana abierta al mundo, y lo que dejamos ver a través de esa ventana puede acompañarnos para bien o para mal. Cuidar el rastro que dejamos es una forma de proteger quiénes somos y cómo queremos ser recordados.

Delvis Durán

delvis@redaccionrd.com


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