¿De quién cuidarse en el gobierno?

Gobernar en República Dominicana no es solo dirigir un país; es navegar en un mar donde las olas del interés, la ambición y la traición golpean sin avisar. El poder no se sostiene solo con buenas intenciones ni con encuestas favorables. Se sostiene con estrategia, lectura del entorno y, sobre todo, con una conciencia clara de QUIEN ES QUIEN a tu alrededor.
Cuando se gobierna, los enemigos visibles son los menos peligrosos. El opositor que ataca públicamente, que critica en los medios o en las redes, es predecible. Pero el verdadero riesgo vive más cerca: está en el equipo, en el aliado que aplaude demasiado, en el dirigente que finge lealtad mientras te mide las fuerzas. En política dominicana, el puñal casi siempre llega desde una mesa del mismo partido.
El gobernante que confía ciegamente en todo el que se viste de azul y blanco, según la bandera del momento, está condenado a ser traicionado. Porque aquí, muchos no sirven por convicción, sino por conveniencia. Y cuando los intereses cambian, también cambian las fidelidades.
Cuidarse del entorno es vital. Los funcionarios que se sienten intocables, los asesores que solo repiten lo que el jefe quiere oír, y los compañeros que se creen indispensables, son focos de poder paralelo. Ningún presidente, alcalde o ministro puede darse el lujo de que su autoridad dependa de egos ajenos.
Hay que cuidarse también del aplauso. En política, el exceso de halagos es más peligroso que la crítica. Los que viven diciendo “usted es el mejor” suelen ser los primeros en desaparecer cuando el viento cambia. El líder inteligente escucha más a quien lo incomoda que a quien lo adula.
Y no menos importante: hay que cuidarse del yo interno, del gobernante que empieza a creerse infalible, del que se desconecta del ciudadano común porque solo escucha su propio eco. Ese es el inicio del declive de muchos que tuvieron poder y lo perdieron sin darse cuenta de por qué.
Gobernar es un arte de equilibrio: ser firme sin ser soberbio, escuchar sin volverse débil, delegar sin perder el control. En República Dominicana, donde la política se vive con pasión y los intereses se mueven como piezas de ajedrez, el gobernante que no aprende a desconfiar con prudencia no dura mucho en pie.
Porque en este país, los enemigos no siempre visten de oposición. A veces están en la foto, en el consejo de gobierno, o en la silla de al lado. Y mientras el gobernante cree que todo está bajo control, el juego del poder ya empezó a moverse a sus espaldas