Pongamos atención a esas plegarias
Por Manuel Vólquez
La Conferencia del Episcopado Dominicano, a través de su reciente Carta Pastoral titulada “La oración”, expuso un recuento de males sociales que por décadas han permeado a la sociedad dominicana, sin aparentes soluciones.
Invitó a la población a desplegar oraciones para que las próximas elecciones generales se realicen con espíritu democrático, sin las situaciones traumáticas del pasado y en las que se respete la voluntad popular y cada ciudadano, cumpliendo con su deber cívico, ejerza el sufragio, no por presiones externas, intereses personales o favoritismo, sino respetando el sagrado dictamen de su conciencia.
“Oremos también para que se detenga el dolor y el luto por tantos feminicidios, cese el narco y el microtráfico, que enluta a tantas familias y a nuestros barrios con los frecuentes enfrentamientos entre bandas armadas, las muertes extrajudiciales o por balas perdidas”, dice el documento.
Por igual, los religiosos suplican para que haya en el país un mejor y más eficiente ordenamiento urbano, “que aprendamos a respetar las leyes de tránsito, nos ejercitemos más en la virtud de la prudencia en calles y carreteras para evitar tantas muertes por accidentes vehiculares, que mejore la calidad de la educación de niños y jóvenes, tengamos verdaderos maestros, formadores en valores, no sólo de conocimientos científico-técnicos, solícitos más a servir que a reclamar derechos y reivindicaciones”.
En lo que respeta a la salud, rogaron por los ciudadanos más pobres para que sean tomados en cuenta por las instituciones gubernamentales que están llamadas a asistirles en sus necesidades, especialmente por aquellos que sufren algún trastorno mental y que no cuentan con los recursos ni asistencia médica adecuada.
Asimismo, los purpurados instaron a elevar una oración “por las familias que están siendo bombardeadas por ideologías que desnaturalizan y desarraigan la propia identidad familiar, para que el Estado desarrolle políticas públicas que las protejan”.
No es la primera vez que los obispos católicos reclaman a la clase política gobernante y a la oposición a erradicar con firmeza los graves problemas que paulatinamente nos han estado jodiendo la existencia, como la delincuencia, la corrupción, los feminicidios y demás crímenes, que se agilicen los procesos penales de la gran mayoría de internos preventivos en las cárceles.
Por lo que observamos, los ruegos y quejas que formulan los sacerdotes entran por el lado izquierdo del oído del liderazgo nacional y salen por el otro, pues esas eventualidades continúan sucediendo años tras años.
Al parecer, existe en nuestra sociedad una tendencia a mostrar indiferencia ante los asuntos que nos afectan, como son, por ejemplo, el alto costo de la vida promovido por comerciantes y empresarios agiotistas, evasores de impuestos, insensibles e incontrolables.
¿Qué hace falta en el país para que se cumplan las plegarias de los sacerdotes católicos y de otras tendencias cristianas?
Bastaría con revisar los archivos periodísticos para ver las numerosas ocasiones en que ellos han denunciado los mismos casos sociales que acortan nuestra existencia. Como respuesta, han tenido la indiferencia.
Pienso que si no se enfrentan esos asuntos citados por el purpurado católico, desapareceremos a un ritmo acelerado como especie humana. Hay que tomar en cuenta que los niveles de vida nuestra han descendido de manera escalonada, principalmente entre las clases media y pobres, debido a la ingesta de alimentos envasados de mala calidad que nos los venden como “ricos” en nutrientes proteínicos y vitamínicos.
Agréguenle a la lista algunos rubros agrícolas producidos mediante el método de injerto, como víveres, frutas, verduras y otros, con abonos químicos devastadores. El sector agropecuario produce alrededor del 85% de los alimentos que consume la población.
Las estadísticas no mienten. Aunque la población actual en República Dominicana ronda por 11, 344, 303 (según el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas), se ha determinado que la esperanza de vida es de 72,8 años. En el 2021 la cifra cayó hasta situarse en 72,62 años, su tasa de mortalidad se registró en el 6,68%.
Como van las cosas, en los años sucesivos no llegaríamos a los 70 años, a menos que surja un fenómeno social milagroso.