Exigir respeto a la figura presidencial es un deber con la República

“Mentiroso” al presidente de la República, Luis Abinader, este tipo de expresiones, más que un simple desacuerdo político, representan una falta de respeto hacia la figura presidencial y, en consecuencia, hacia las instituciones que sostienen la democracia dominicana. La crítica política es parte esencial de toda sociedad libre, pero la ofensa personal nunca debe sustituir al argumento.
La figura del presidente de la República, conforme al artículo 128 de la Constitución Dominicana, encarna la autoridad del Estado, la unidad nacional y la soberanía del pueblo. Por tanto, cuando se irrespeta al presidente, se está afectando simbólicamente el respeto que merece el Estado mismo. En un país donde la democracia ha costado tanto construir, debemos cuidar el lenguaje político y los límites del debate público.
Llamar “mentiroso” al jefe del Estado sin pruebas o con fines de descalificación política no es solo un acto de descortesía, sino también una señal preocupante de la degradación del discurso público. Los opositores tienen la responsabilidad de fiscalizar y señalar los errores del gobierno, pero hacerlo con insultos debilita la credibilidad de sus críticas y alimenta el clima de confrontación que tanto daño hace a la convivencia nacional.
La Constitución y el Código Penal Dominicano también reconocen la importancia de proteger la honra de los funcionarios públicos. El artículo 368 del Código Penal establece sanciones por ultraje o difamación contra autoridades, incluyendo al presidente de la República. Aunque la política moderna promueve la libertad de expresión, esta no puede confundirse con la libertad de injuriar. Las palabras tienen peso, y en boca de un dirigente político, aún más.
Luis Abinader, como presidente, no solo representa a un partido o a un sector, sino a todos los dominicanos. Atacar su integridad personal equivale a dañar el símbolo de unidad que debe inspirar respeto incluso entre sus adversarios. Los debates duros, los reclamos y la oposición firme son necesarios, pero deben darse dentro de los márgenes de la civilidad y el respeto institucional.
La democracia dominicana necesita líderes que discutan ideas, no que lancen ofensas. Cuando el lenguaje político se ensucia con insultos, se pierde el foco de los verdaderos problemas del país: el desarrollo, la justicia y el bienestar del pueblo. El respeto, en cambio, eleva el nivel del debate y fortalece la confianza en las instituciones.
En definitiva, llamar “mentiroso” al presidente de la República no solo es un gesto inapropiado, sino un síntoma de la falta de madurez política que debemos superar. Criticar es un derecho; hacerlo con respeto, una obligación moral. Luis Abinader, como mandatario electo por el voto popular, merece el trato digno que corresponde a la más alta investidura del país. Defender esa dignidad no es un favor al presidente: es un deber con la República.