La economía obsesionada por el crecimiento enferma a los pobres
NACIONES UNIDAS (IPS) – Un nuevo informe del relator especial sobre la extrema pobreza y los derechos humanos, Olivier De Schutter, revela un alarmante vínculo entre las políticas gubernamentales centradas en el crecimiento económico y el deterioro de la salud mental de las personas en situación de pobreza. En su presentación ante la 79 Asamblea General de la ONU, De Schutter señaló que la obsesión por incrementar el producto interno bruto (PIB) ha creado una "economía del agotamiento" que, lejos de erradicar la pobreza, ha conducido a una creciente desigualdad.
“Nuestra obsesión por el crecimiento ha creado una economía del agotamiento: una carrera para aumentar los beneficios de una pequeña élite, en la que millones de personas han quedado demasiado enfermas para correr”, advirtió De Schutter. Este enfoque ha transformado el crecimiento en un fin en sí mismo, donde la búsqueda de beneficios desmedidos ha dejado a la salud mental de los más vulnerables al borde del colapso.
El informe destaca que 970 millones de personas, lo que representa el 11% de la población mundial, padecen algún trastorno mental. Sin embargo, las personas con rentas más bajas son hasta tres veces más propensas a sufrir problemas como depresión y ansiedad en comparación con aquellas de ingresos más altos.
“Las sociedades más desiguales sufren mayores tasas de depresión, ansiedad y otros problemas de salud mental”, enfatizó el jurista belga.
De Schutter, un reconocido experto en pobreza, subrayó que la cultura del "crecimientismo" ha transformado la vida laboral y personal de los más desfavorecidos, quienes, al estar atrapados en empleos informales o precarios, enfrentan un estrés que les afecta profundamente. "La gente envejece literalmente más rápido como consecuencia del estrés de la incertidumbre, conflicto y falta de control", advirtió. Este estrés crónico se traduce en un deterioro de la salud mental que a menudo se ignora, creando una crisis de salud que se perpetúa en el silencio.
Los cambios en las condiciones laborales, impulsados por la necesidad de aumentar la productividad, han contribuido significativamente a esta crisis. Las flexibilizaciones del trabajo han llevado a la creación de empleos menos seguros y con menos beneficios. “En la economía gig 24/7 de hoy en día, el desempleo puede ser a veces una opción más saludable que aceptar un trabajo precario”, agregó De Schutter.
Este fenómeno se ha evidenciado en contextos como el de Grecia durante la crisis financiera de 2009-2011, donde los jóvenes experimentaron niveles de ansiedad y depresión significativamente más altos que sus pares en países como Suecia. Un estudio reveló que la respuesta protectora al estrés se debilitó en los griegos, un claro indicativo del impacto que el estrés económico tiene sobre la salud mental.
El informe también llama la atención sobre cómo el trabajo precario —caracterizado por la inseguridad, horarios impredecibles y salarios injustos— exacerba los problemas de salud mental. "La inseguridad y la falta de poder de negociación, combinadas con la presión de competir en un entorno laboral feroz, crean una ansiedad por el estatus social que puede desembocar en depresión", apuntó De Schutter.
El relator especial hizo un llamado urgente a los gobiernos para que reconozcan y aborden la creciente precariedad laboral. Propuso establecer protecciones legales que garanticen condiciones de trabajo decentes, así como implementar una renta básica universal que pueda ofrecer un alivio económico a quienes más lo necesitan. "Solo haciendo frente a este sistema económico roto y poniendo el bienestar por encima de la interminable búsqueda de más, podremos empezar a abordar seriamente la pobreza y la crisis de salud mental que la acompaña", concluyó.
La propuesta de un cambio de paradigma hacia sociedades más inclusivas, que prioricen el bienestar y la seguridad económica, es crucial para mitigar las consecuencias de una economía centrada en el crecimiento a expensas de la salud mental de sus ciudadanos. Este informe de la ONU no solo plantea preguntas sobre el rumbo actual de nuestras políticas, sino que también exige una revisión de nuestras prioridades sociales y económicas.