Mi padre, el empresario
Resulta casi imposible añadir algo más a lo que con tanta generosidad han dicho ya tantas y tantas personas que conocieron y quisieron a mi padre, mi gran mentor y maestro, y a los cientos de artículos que con tanto rigor y admiración han resumido, desde que el martes se conociera su fallecimiento, su intensa vida y su obra empresarial.
Por ello, hoy quiero hablar desde el orgullo de haber sido uno de los hijos de Gabriel Escarrer, que siempre ha representado, además de un privilegio, una enorme responsabilidad. Desde bien pequeño tuve la inmensa suerte de aprender de su mano, visitando con él los hoteles cuando me recogía del colegio, o de compartir innumerables fines de semana recorriendo juntos los establecimientos de Mallorca, porque había que estar “siempre encima del negocio”. Ya entonces, con mis ojos de niño, me llamaba la atención cómo le respetaban sus empleados, como se dirigía a todos por su nombre, cómo se preocupaba tanto por el hijo enfermo de un jefe de Recepción, como por la última reserva de un touroperador, o por el cuadre de caja de la semana.
Con el tiempo me di cuenta de que esa era su forma de ser grande: lo mismo recogía con sus propias manos cualquier papel que un cliente hubiera tirado al suelo, que seducía al presidente de Indonesia para capitanear la creación un nuevo destino turístico en Bali, nada menos que a 13.000 km de Mallorca, o conseguía adquirir grandes grupos hoteleros como Hotasa o Meliá. Y todo ello, no gracias a su fortuna ni a su patrimonio, sino a una visión única, acompañada de un brillante esquema financiero (que siempre cumplió) un convincente plan de negocio, y a su irresistible tenacidad y encanto personal. Esas virtudes le abrieron también la puerta de relaciones y amistades en las más altas esferas de la política internacional, con reyes y mandatarios de todos los colores políticos y de múltiples países que le sentaron a su mesa, y a los que nos acostumbramos a ver pasar, como si nada, por nuestra casa familiar en Mallorca.
Y es que él siempre vivió su éxito con la humildad del que es consciente de lo que le ha costado llegar hasta donde está: “Uno debe ser consciente de sus propias limitaciones”-repetía- y con su ejemplo, nos inculcó también este valor. Solo con la edad fuimos sospechando que pocas limitaciones podía tener un hombre como nuestro padre, que, sin recursos ni apenas estudios, construyó un imperio empresarial y acumuló los mayores honores y reconocimientos nacionales e internacionales en su ámbito, incluyendo un doctorado Honoris Causa.
Siempre se ha destacado su condición de pionero y visionario, ya fuera por abrir nuevos destinos vacacionales al turismo en el Mediterráneo, el Caribe o el Sudeste Asiático, o por idear los “buffets” libres como fórmula para solucionar los cuellos de botella que se producían a la hora del desayuno en los grandes hoteles de playa de la compañía, incrementando al mismo tiempo la satisfacción del cliente, algo primordial para él. Pero su visión innovadora fue sin duda, mucho más allá. Mi padre fue pionero en anticipar lo que hoy todo el sector turístico a nivel internacional asume son los dos grandes retos del turismo: la importancia del talento cualificado, y la sostenibilidad.
Porque me enorgullece especialmente destacar que, junto a sus logros empresariales, mi padre fue un hombre justo, con profundas creencias religiosas, severo y riguroso tanto con él mismo como con los demás, que adoraba a su familia y su estrecho y estable círculo de amigos, (de los que solía decir con su ironía mallorquina que “tengo más amigos de los que conozco”). Y, por supuesto, siempre orgulloso de sus empleados, “el activo más importante de esta Compañía”, según solía decir.
Para él, un “buen empresario” era el que nunca deja de pagar una nómina a tiempo a sus empleados. Además de pagarles puntualmente, mi padre se preocupó siempre de inculcarles sus valores, porque él no concebía la empresa de otra manera; así, ya en los años 70’s se paseaba por las oficinas y hoteles repartiéndoles unas tarjetitas que recordaran los principios y valores que debían regir toda su actuación. Valores que le llevaron a ser también pionero de lo que hoy conocemos como el “turismo responsable”, que para él fue siempre una herramienta poderosísima para la paz y para hermanar países, así como promover el desarrollo social y económico de sus comunidades. La industria sin chimeneas, llamaba al turismo.
El turismo fue su vida, y la vivió con pasión hasta su último día: sin ir más lejos,l a semana pasada estuvimos preparando sus ya célebres felicitaciones navideñas, en las que, además de felicitar personalmente a todos sus directores de hotel, a sus amigos y contactos y a las altas instituciones con las que siempre se ha codeado, aprovechaba para alabarles o “tirarles de las orejas” cuando fuera preciso, colocando siempre los mensajes y recomendaciones que consideraba importantes para la industria o la política turística. Porque a su manera tradicional y “analógica”, Gabriel Escarrer fue también, un gran “influencer” del turismo, que siempre hizo y dijo lo que pensaba que era correcto para el sector, y consecuentemente, para el conjunto de la sociedad.
Como dijo mi padre a los cientos de trabajadores de Mallorca que le organizaron un homenaje por sus 50 años impulsando los destinos turísticos de la Isla “Las personas pasamos, pero nuestras obras perduran, como quedan los afectos y la memoria. Siempre he dicho que el agradecimiento es la memoria del corazón, y yo os quedo hoy eternamente agradecido por vuestra entrega y lealtad, que siempre nos habéis demostrado”.
Creo que hoy, si pudiera dirigirse a nosotros por última vez, mi padre nos daría las gracias, y nos recordaría que “los honores no se otorgan, sino que se conquistan”, recordándome la responsabilidad que he asumido para mantener, y engrandecer aún más, el legado que nos dejó como padre y como extraordinario capitán de esta nave que es Meliá Hotels International.
Ya te echamos de menos. Hasta siempre, padre.